Ansul-To, el viejo Anutrof, se despierta sobresaltado, con la frente húmeda, las manos tiritando y la barba empapada en una mezcla de sudor y de la sopa de la víspera. Acaba de ver en sueños algo que sobrepasa con creces lo que nunca pudo imaginar: cuatro puntos luminosos, lentamente reunidos en el cielo para formar una línea perfecta y un rayo que cae en la dirección que le indica esta flecha... El Mundo de los Once... ¿Destruido?
Los siguientes hechos tuvieron lugar once años después de que Xelor hubiese instaurado a los protectores de los meses en su función. Por culpa de la intervención de Rushu, el más poderoso de los Demonios, cuya ambición declarada es llegar a ser un Dios, se añadió un duodécimo mes a los once inicialmente previstos. Este último mes fue confiado a Djaul, un fiel servidor de Rushu que perturbará el equilibrio del mundo. Después de haber intentado sustraer un Dofus al dragón Aguabrial, Djaul asesinó a Solar, el guardián de Javián.
Djaul estaba inclinado en lo alto de un árbol y examinaba detenidamente el campo, todavía cubierto de escarcha. El asesinato de Solar, el guardián de Javián, había tenido consecuencias imprevistas: unidos por el sufrimiento que les causaba el terrible frío de este interminable mes de Desiembro, numerosos Amakneanos habían vuelto sus plegarias hacia una nueva diosa, comprensiva y misericordiosa: la diosa Sacrogrito.
El Demonio observaba con cuidado los movimientos de los recién convertidos, que cruzaban los campos para extender su culto, cuando, de repente, sintió que algo lo agarraba... ¡Lo estaban tirando hacia atrás! Djaul cayó a los pies del árbol, donde aterrizó causando un gran estruendo. Medio atontado por el impacto, le costó reconocer a Silvosse, el protector de Flovor, que se tenía erguido frente a él, con sus puños cerrados entorno a un imponente martillo.
No hay erudito en Amakna que no conozca este encuentro, ya que si el mes de Desiembro tocó a su fin no fue sino gracias a la intervención de Silvosse. Las estaciones pudieron retomar su curso normal y Jiva sustituyó a Solar como protectora del mes de Javian.
Sin embargo, lo que pocos saben es que durante este breve enfrentamiento, Djaul no tuvo más opción, para detener el asalto de Silvosse, que tomar su ejemplar en miniatura del Reloj Divino de Xelor, del que cada uno de los protectores de mes tiene una réplica. El golpe fue tal que, si bien el ejemplar quedó en apariencia intacto, la vibración que lo sacudió llegó a repercutir en el auténtico Reloj Divino de Xelor.
El Reloj Divino de Xelor basa su funcionamiento en una mecánica Divina. Es decir que es demasiado complicada para explicarla aquí. Además de regular el paso de las estaciones, de dar la hora, de tener las opciones cronómetro y despertador, también regula la rotación de los diferentes planos que rodean el Mundo. Estos planos funcionan como esferas que envuelven al planeta y que sólo se pueden atravesar por un punto, guardado por una estrella. La rotación de estas estrellas está equilibrada para que nunca se alineen de modo que, para travesar los distintos planos, no se pueda viajar en línea recta; aunque un pequeño pasaje queda abierto a través del cual, zigzagueando, discurre un pequeña parte del universo, un poco de la esencia misma del Plano Divino, un flujo cósmico que enlaza constantemente a los Diez (aunque ahora sean Once) con el mundo que crearon.
Para qué tantas precauciones? Porque parece ser que si el flujo cayese en una vertical directa, sin tener que frenarse ante ninguna de las barreras que son los Planos, su velocidad lo transformaría en un rayo super-poderoso cuyo impacto no podría soportar el Mundo de los Once. Ésta es la razón por la que Xélor ajustó su Reloj al milisegundo, un reglaje que no debería verse perturbado por, siquiera, el más débil suspiro...
Pero Ansul-To lo ha visto, el día que no estaba previsto en el calendario de Xelor, el día 366 del año, este 29 de Flovor las cuatro estrellas se alinearán...
Ansul-To lo ha predicho, el rayo cósmico caerá sobre el Mundo de los
Doce el 29 de febrero,
¿¿SOBREVIVIRÉIS A LA COLISIÓN??
Ansul-To es un profeta, el impacto sucederá. Aquellos que tiraron tomates al viejo Anutrof tratándole de loco, han dejado las verduras para levantar la vista y descubrir, con ojos como platos, que un agujero negro atravesaba el cielo. Sobre sus cabezas, un eje se estaba abriendo, a través del universo, en torno a las cuatro estrellas alineadas. El flujo divino sigue cayendo, pero esta vez cae en línea recta. Cada vez más rápido, va atravesando el Plano Divino. Sigue ganando velocidad y se va condensando; ahora es un auténtico rayo luminoso, de impresionante diámetro, que cae en tromba, tiñéndose de rojo al atravesar una parte del Plano astral habitada por los demonios y sigue su carrera a través del eje abierto... Mientras el rayo va ganando velocidad, los amakneanos ya pueden distinguir, en medio de las tinieblas, un punto rojo que engorda a ojos vista.
Huyen los idiotas, rezan los sabios, contemplan los otros su último espectáculo... cuando, súbitamente, una silueta aparece en medio de la luz rojiza; una silueta cornuda con sus largos brazos abiertos para intentar formar una barrera que impida la destrucción del mundo al que tanto quiere. La silueta de ¡OSAMODAS!
El dios, que nunca dejó de vigilar su creación, ha visto llegar la catástrofe ¡Y ha corrido a evitarla! Pero ni siquiera un dios puede parar el fluir del Universo a través de una puerta abierta de par en par. Sus fuerzas lo abandonan, su cuerpo tiembla, su ser empieza a disolverse, pero ¡Osamodas no abandona! La corriente destructora lo habría arrastrado consigo de no haber sido por la intervención de otro dios; diosa, para ser exactos: Feca, cuyo escudo le protege lo suficiente para apartarlo de la trayectoria del rayo que ya nada parece poder parar. Osamodas ha sido mutilado, la parte más creadora de su cuerpo le ha sido arrancada (caerá en el mar del oeste formando la Isla de Otomai, cuya forma será asimilada por lo geógrafos a la de una probeta de alquimista), aunque su entidad sigue entera. Mientras tanto, el flujo, ligeramente ralentizado, sigue su inexorable carrera... Un oscuro velo se levanta sobre Amakna, mientras que el rayo se abate sobre el mundo. Golpea de lleno la superficie y la atraviesa. La corteza terrestre se levanta bajo la fuerza del impacto, nuevas montañas e islas surgen donde antes no había nada, mientras que el Mundo de los Once recibe el choque y... ¡Sobrevive!
Ansul-To es ahora un héroe, aunque tampoco pretendía eso. Y las alegrías van por buen camino: en este mundo que acaba de escapar de milagro a la destrucción, han aparecido nuevas tierras, nuevas islas, aún totalmente desconocidas para los amakneanos, en las que van a crecer nuevas especies. ¡La caída del rayo, tras haberse llevado una parte de Osamodas, ha tenido consecuencias inesperadas! Este acontecimiento abrió la curiosidad de los amakneanos. Tras estos hechos nacieron numerosas vocaciones de aventurero y una larga línea de exploradores, de la que Alma, la célebre navegante, es la representante más prestigiosa.
Pero lo más extraño viene de la región siniestrada, la que recibió el golpe del rayo cósmico. Los temerarios que se han aventurado hasta este lugar de desolación y muerte vuelven cambiados... o no vuelven. No es que mueran, sino que se quedan allí voluntariamente. Y es mejor así, porque sus nuevas aficiones no son precisamente altruistas. Se vuelven agrios, antipáticos, incluso malvados. Se reúnen en bandas y salen de correrías para saquear todo a su paso, se tragan bebidas gaseosas, escupen al suelo y mascan chicles 100% azúcar; vamos, que son muy malos, son unos locos, unos bárbaros que no respetan los límites de la razón y llegan incluso a añadir kétchup a la paella. ¡Unos monstruos! Se dice incluso que se reúnen más allá de las landas de Sidimote, resquebrajadas por el impacto del rayo, para adorar a los demonios. También se cuenta que los corrosivos vapores que se escapan constantemente del suelo les hacen comportarse cada vez peor... Parece como si el flujo divino, al atravesar el Plano demoníaco, se hubiese impregnado de una influencia maléfica y la extendiera por el planeta.
Poco tiempo después, una fortaleza nacería en el lugar mismo de la colisión del rayo. Una ciudad negra, de mugrientas murallas: ¡BRAKMAR, la ciudad de Djaul! El demonio había concentrado los esfuerzos de los nuevos adoradores de Rushu para obedecer a la voluntad de su señor.
n tiempo más tarde, en el otro extremo del mundo, Menalt, Pouchecot y Jiva, ayudados por los Once, construirían la ciudad de Bonta para contrarrestar las ambiciones imperialistas de los demonios.